miércoles, 27 de marzo de 2013

El nuevo mestalla no avanza.

De estadio 'cinco estrellas', según el sello que le anticipó la UEFA, a estadio 'cinco buñuelos', uno por cada uno de los años que llevará camino este armatoste de permanecer parado. Dentro de unos días, antes de que febrero se apague, se celebrará su cuarto aniversario. Cuatro años de silencio desde el momento en que el club dejó de cumplir los pagos a las dos empresas constructoras. Lo que iba para mejor estadio de Europa se ha convertido en el gran quebradero de cabeza de todos los presidentes que han desfilado desde que Juan Soler sacara pecho (10-11-2006) por la criatura parida por Mark Fenwick y Javier Iribarren. Ya tiene Alberto Fabra, presidente de la Generalitat, un problema más en el que pensar.

De momento, en el barrio se lo toman con guasa porque los problemas de la gente, en definitiva, van más allá de ver si molesta o no esta imperfección arquitectónica que empezó a crecer en agosto de 2007. Cuando pasan cosas como ésta, casi vale la pena tomárselo a risa. Aquí se vive la 'crisis del ladrillo'.
A Francisco Sierra y a Gregorio Mondary los encuentra LAS PROVINCIAS debatiendo en el portal de su domicilio, en la calle Nicasi Benlloch, sobre el pedazo de hormigón que tienen enfrente. La conversación entre ambos no tiene desperdicio, pero lo más jugoso llega cuando Sierra intenta, de buena fe, aclarar a su vecino la situación: «Ahora que se ha quedado esto el Ayuntamiento -señala hacia el estadio-, imagino que esto lo acabarán un día».
El lío en que ha metido la Fundación a la Generalitat es un tema que se las trae y que, de una manera u otra, afecta al propio Valencia. El problema de las obras ha adquirido un rango menor. Una vuelta por los aledaños del futuro coliseo blanquinegro traslada de inmediato la mente hacia un futuro hipotético. Sólo viendo los rótulos de los bares parece que estés paseando por la avenida de Suecia, donde está situado el viejo Mestalla. 'Lo Rat Penat', cervecería 'Racó Futboler', bar 'El Xicotet', 'El Menjar de l'Afició'... son algunos de los nombres de los locales de una calle que se apaga con el tiempo.
No es lo mismo abrir un local para dar comidas con una clientela potencial de 75.000 personas cada dos semanas y a menos de 25 metros del campo que hacerlo en plena crisis y sin partido alguno. Los carteles de 'se alquila' se multiplican en los bajos. Por eso algunos bares no han tenido otro remedio que echar el cierre (hay tres 'cadáveres' en menos de 100 metros). El ambiente no es optimista. La arisca respuesta del propietario del 'Racó Futboler' (que abrió precisamente justo cuando se pararon las obras) parece resumir parte del sentir general: «¡Váyase, no quiero decirle nada!».
A algunos metros de allí, en el corazón del caparazón que cubre el edificio, dos operarios caminan tranquilamente por el pasillo que hay junto a la valla. Es el único movimiento que se detecta. El club mantiene bajo mínimos la estructura. Hay que hacer algunas comprobaciones y actuaciones cada cierto tiempo y disponer además de un servicio de vigilancia. Aunque lo que se dice robar... poco se puede robar. Ahora en lugar de césped sólo hay algunos postes de luz enfocando al graderío y material de obra desperdigado. El trabajo más farragoso ya se ha hecho. Falta la guinda. Y el dinero, claro. 'Sólo' 145 millones.

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